jueves, 27 de junio de 2013

Entrevista a DANIEL DIMECO: «me gusta entresacar lo que está tapado, lo que está cubierto».

 Recientemente tuve la oportunidad de entrevistar al escritor y dramaturgo argentino Daniel Dimeco con su última novela: El mapa de las viudas, galardonada con el Premio Ciudad de Badajoz 2012 y finalista del Premio Clarín-Alfaguara de Novela 2012. Graduado en Ciencias Políticas y Máster en Gestión Cultural, ha publicado varias obras también premiadas. Coordina talleres literarios, colabora en las revistas Culturamas y Revista de Letras-La Vanguardia y administra el blog Café Copenhague. Os dejo la entrevista y un giño humilde, pues también colaboro en la revista Culturamas.

¿Cómo surge la idea de emplazar la novela en la Alemania de posguerra?

Prácticamente cuando la empiezo a escribir, me doy cuenta de que necesito un sitio, una ambientación que sea muy cerrada, en el sentido que la gente no hable. Que podía haber sido cualquier pueblo del mundo, cualquier pueblo muy encerrado en sí mismo, cualquier pueblo de montaña. La RDA me vale porque todo el sistema que la sustenta es un sistema sustentado en el miedo, en la represión, en la muerte en definitiva, eso a los largo de los cuarenta años de la RDA generó un silencio increíble. Hablé con gente relacionada con Alemania y con Polonia, pasaron cosas tremendas de las que nadie hablaba, solo el hecho de mencionarlas implicaban a alguien que podía ser más poderoso, que podía llevarte a consecuencias muy graves, por lo que todo se tapaba, todo se silenciaba. Ese ambiente me servía para contar esta historia. Yo no quería que se supiera nada hasta el último capítulo.

¿Cuál fue entonces el germen, el primer chispazo de la novela?

El primer chispazo fue, en realidad, una anécdota familiar y que tiene  que ver con el médico y la mujer del médico que aparecen en la novela. Ese gesto ocurrió en los personajes reales y alguna otra gestualidad que manejo en la novela; esos personales fueron los iníciales. Estoy hablando de la realidad, de la anécdota de mi infancia. Encerraban una pareja muy particular donde nadie nunca entró a su casa, Y yo me preguntaba, ¿por qué nadie entraba?, ¿qué ocurría en esa casa?, ¿por qué este hombre cuando salía de su casa a la calle llevaba la mano a la espalda y ella le obligaba a encorvarse?, ¿qué había pasado allí entre ellos.

Yo estaba buscando tema para la novela y un día, contándome mi madre la anécdota por enésima vez, dije: aquí hay algo, voy a resolver el enigma.

El mapa de las viudas, ¿es un thriller?

No lo sé; tampoco sé si me interesa categorizarlo. Tiene algo de thriller, algo de novela dura; no te sabría decir en que categoría está.

Annette Maler es un personaje tierno, pero en cierto sentido da algo de miedo.

Si, como todos los niños que están en una obra o en una película, tienen esa parte tierna y esa parte dura. Annette es un personaje tierno, lo que ocurre es que está envuelta en una atmósfera que no le permite expandir esa ternura de niña.
La protagonista de la novela teme a los murciélagos, pero, ¿a qué teme Daniel Dimeco?
Le temo a la enfermedad si tengo que mencionar un temor es a la enfermedad, a no poder controlar mi cuerpo, mis acciones o lo que quiero hacer.

¿Donde se inspira uno para escribir novelas así, tiene algún lugar fetiche?

Esos lugares fetiche los tengo dentro. Siempre hago la misma aclaración, normalmente, me rio mucho, me gustan las cosas buenas y el sol de Valencia, pero escribiendo me gusta entresacar lo que está tapado, lo que está cubierto, a mi me parece que son las historias más entretenidas, más interesantes para trabajarlas; me gusta indagar en los personajes, más allá de lo que muestran, de lo que dicen, hay algo que seguramente esconden.

Me he fijado especialmente en algunos detalles, murmullos, palabras, gestos, el sonido del columpio…

Creo que son sonidos maravillosos en el contexto de la novela. Incluso el sonido de un columpio, que puede ser muy bonito en cualquier momento, es muy evocador. De hecho, una de las cosas que me evoca el sonido del columpio no es un parque donde hay muchos niños, sino un solo columpio, es la soledad de esa persona que se está columpiando, y claro, cuando me vino esa imagen a la cabeza, ese sonido, dije: esto es maravilloso y para esa escena en la que sale el columpio.

El tema de los murmullos es como el murciélago que aparece a lo largo de toda la novela. Cada cual puede verlo de distinta forma: los murciélagos como tal, como el animal que todos conocemos, o los murciélagos como aquellos ojos que en esa época y en Alemania veían todo todos lo que ocurría en esa ciudad y en toda la RDA.

Si que quería preguntar por la atmosfera, el hecho de escoger los murciélagos en lugar de ratas, por ejemplo.

El tema de las ratas no me valía porque necesitaba algo que viera desde arriba, desde lo alto. Es verdad que la ratas trepan, pero lo habitual no es verlas colgadas de ningún sitio. Y los murciélagos son más silenciosos y me servía además no solamente el hecho de verlos, imaginármelos colgados, con sus ojos viéndolo todo, sino el vuelo de los murciélagos; el vuelo de los murciélagos unido al sonido del Trabant, un coche que todos los días aparca delante de la casa de Eleonora Maler. A mi me servía para evocar aquella noche trágica de Eleonora en 1945. Y me gustaba la idea de los murciélagos viniendo hacia la casa en vuelo, me pareció una imagen muy poderosa.

¿Qué tiene que ver con los vampiros? siempre me lo preguntan, y digo: nada.

Cuénteme algo sobre la canción de ‘Buenas tardes, buenas noches’ que Eleonora cantaba.

Es una canción que descubrí por casualidad mientras buscaba entre el material. Es una nana típica alemana. Cuando di con esta canción ya la novela estaba bastante avanzada, por la mitad. Cuando descubro la canción, lo que dice –es una nana muy alemana,  me servía mucho, sobre todo la reiteración para plantear un poco la situación de Annette, de la niña.

Dentro de los detalles de la novela, también destaco el olor a Krasnaya Moskva.

Es un perfume, todavía existe; era el perfume más caro de la Unión Soviética. La Unión Soviética imitaba, en algunos casos, algunos productos occidentales, y este perfume –que además era rojo, tenía todos los componentes soviéticos– era el perfume que usaban las mujeres ricas, las que no se compraban los perfumes franceses se compraban este. Se llego a vender en Cuba, no sé si se seguirá vendiendo ahora en Cuba.

El hecho de que la novela haya ganado el XVI premio de Novela Ciudad de Badajoz es una doble implicación, ¿qué reporta?

Yo creo que depende de cómo te lo tomes, en mi caso, evidentemente, es bueno porque cuando no te conocen el premio te da –no te garantiza nada ni te cambia, por lo menos no a mí– un pequeño empujón, decir: ‘estoy intentando tener un huequecito aquí’; luego, en lo demás, no me ha cambiado absolutamente en nada.

Me refería a que tal vez puede ser un compromiso el que se premie a una novela respecto a las expectativas que se regenere el lector cuando lo vea rotulado en la portada antes de comprarlo.

Si, en primer lugar ha sido un premio ganado en buena ley, en una época en la que los premios están muy en tela de juicio; eso lo primero. Y el resto es una responsabilidad, es una suerte, porque gracias al premio hoy tengo la posibilidad de que esta novela exista, es un aliciente para seguir adelante. Con esto no quiero decir que si no me lo hubieran dado hubiera dejado de escribir porque no sé comunicarme de otra manera. Es un aliciente, si este trabajo que hago en solitario –que leen mi mujer y dos personas elegidas–, les ha gustado a las seis ó siete personas que conforman un jurado pues, bienvenido sea; y si le gusta a más pues, éxito total.

Muchas gracias y muchos éxitos, Daniel.


Por Ginés J. Vera.

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