miércoles, 29 de enero de 2014

JUAN SOTO IVARS: «Es una novela satírica como consecuencia de la deformación a la que he sometido el país.»

Entrevisté a Juan Soto Ivars, premio Ateneo de Sevilla joven de novela 2013 con su novela Ajedrez para un detective novato hace unos meses, en la cafetería del hotel céntrico de Valencia de costumbre, tras haber entrevistado a Lorenzo Luengo, ambos de turné promocional por España. Soto Ivars es escritor y periodista, autor de varias novelas y cofundador del movimiento literario Nuevo Drama. Su primera obra, Siberia, ganó el premio Tormenta al mejor autor revelación de 2012.

Fue una entrevista muy divertida, aquí la presento con mis felicitaciones.
¿Su novela es una obra satírica que invita a pensar?

Invita a pensar por qué compre esta novela. Es una novela satírica que es un reflejo de mi forma de pensar, que es tomar una distancia y reírme de aquello no hace ni puñetera gracia.

¿Nos hace falta más sátira en general y en la literatura actual en particular? Con ironía –leo en Ajedrez para un detective novato- se piensa mejor que cabreado.

En la literatura, por algún motivo, la ironía en esta época esta menos presente que en la tele; los programas de televisión más exitosas son bastante irónicos: Padre de familia, Los Simpson, que son eternos, en fin… ¿Por qué en la literatura no se ha hecho todavía, no hay todavía una ola de novelas irónicas?, ¿porque creo que en la crisis debería florecer la risa?, pues porque la literatura es más lenta que la televisión, siempre va un paso por detrás; los escritores tardan más en escribir las novelas, el sector editorial es un poco conservador, aún están los vampiros. Yo espero que sea la primera, o una de las primeras, de muchas. Eduardo Mendoza sigue haciéndolo, la última ya estaba hablando de temas actuales, como los locales vacios, las ciudades que se desmantelan y yo quería que ésta tirara por ahí. La escribí en un momento en el que no tenía apenas trabajo, que no podía casi llegar a final de mes, me parecía una cosa de rey árabe, de lujo persa. Entonces, ante esa situación, dije: o me río o hago un atentado terrorista. Opté por la opción menos pragmática que es escribir la novela y reírme, y esto es lo que salió, salió una novela.

Si la literatura es lenta, como dice, cuando los brotes sean verdes de verdad, ¿vendrá entonces la literatura, cuando salgamos de la crisis?

Hay autores que piensan que si. Lo estuve hablando en el Getafe Negro, el tema era la crisis; si se puede o no tratar ya desde la novela negra. Ellos decía que no y yo decía sí. Ellos decían que no, y tiene razón, y es porque para la literatura hace falta tomar distancia, tener información. Yo utilicé otra técnica, la deformación, que es la misma que utilizó Valle-Inclán en aquella España oscura de Primo de Rivera, de Alfonso XIII, corrupta, criminal, trapacera, que no sé a qué España me recuerda. Yo he hecho exactamente lo mismo, he cogido, he deformado aquello que veía; el humor surgió a consecuencia de la deformación. Te ríes después, cuando ves la copia deformada. Es una novela satírica como consecuencia de la deformación a la que he sometido el país, lo que está pasando en él.

Pregunta de ajedrez, háblenos del protagonista sin enrocarse.

¡Qué buena! El protagonista es un detective que no quería ser detective, quería escribir novelas de detectives, pero un gran detective de la época descubre su talento para husmear en los crímenes y decirle hacerle su ayudante. A través del aprendizaje al que le somete su maestro, el más legendario de esta época, descubre que los detectives tienen un código de honor al igual que los ajedrecistas: que nunca pueden hacer trampas, que sólo pueden luchar con las armas que da el tablero, y llega el momento en el que su maestro se enfrenta a un caso, un estrangulador de prostitutas al que no puede hacer frente; en ese momento el novato tiene la petulancia de pensar que es su maestro y decide echarle una mano, momento en el que todo se vuelve loco, en el que la trama se convierte en algo más negro que satírico.

Bien jugado. Algún lector o lectora podría tildar su novela de masculina, ¿qué papel juegan María Juárez y el resto de mujeres en esta partida de ajedrez?

Es una novela en cierta manera masculina porque el narrador recuerda la época en la que se convirtió en detective, y porque tanto él como su maestro son bastante mujeriegos, son gente bastante misógina, en el sentido de depredador sexual. Es una novela que no entiende de géneros, me refiero a sexo, no a negra; pero en la que las mujeres tienen parte de la culpa de que sea divertida. La novia de este detective novato es una chica de 16 años que se llama María, pero de virgen sólo tiene el nombre; es una especie de ciclón sexual, y las prostitutas -que en esta novela han conseguido convertirse en soviets después de una revolución años atrás-, se han convertido en la reinas de los burdeles después de pasar a cuchillo a todos los abusadores y chulos. Han vivido en comunas femeninas en paz hasta que ha llegado este estrangulador. Tiene una especie de guerrilla paramilitar, pero contra este estrangulador no pueden y tendrán que contar con los servicios del gran detective Lapiedra. Las mujeres aquí están casi sacralizadas, son o diosas o odiosas.

Lapiedra, creo, es una actriz porno, lo digo por el apellido.

Sí, pero el detective Lapiedra no te creas. Lapriedra es más bien por la dureza y por pasarse por la piedra todo lo que pilla.

‘Si en aquellos tiempo hubiera leído a Balzac hubiera sabido que el miedo vive en la anticipación’, leo en la novela.


A mí me daba miedo hacer entrevistas porque es una novela de la que resulta difícil hablar, es una novela que se lee mejor y se cuenta peor. Y lo que estaba haciendo ese miedo era una anticipación a lo que iba a pasar; luego llegas tú, me haces unas preguntas cojonudas y me lo paso genial. El miedo procede de la anticipación, creo que ahora mismo el poder usa esta cita de Balzac para decirnos: estamos mal, pero podríamos estar peor. En esta anticipación nosotros nos acojonamos y decimos: por lo menos no me han despedido; me han bajado el sueldo, pero al menos tengo trabajo. Y no tiene ningún sentido porque ya estamos bastante mal como para anticiparnos a nada. La troica, por desgracia, ha leído a Balzac, ha leído por lo menos esta frase, y la ha entendido muy bien. Esta frase la conocen muy bien, si no tuviéramos miedo haría tiempo que habríamos dejado de bailarles el agua.

4 comentarios:

  1. Buena inspiración la de Valle-Inclán. Otra conexión que siento es la del ajedrez, donde efectivamente no hay trampas.
    Un abrazo

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    1. Tengo que dedicar más tiempo a los clásicos, desde Valle-Inclán a Cervantes, pasando por... demasiados. Al ajedrez hace tanto que no juego que seguro que tras matar un peón se me ocurre contar veinte o sacar seis doble. Sentido del humor, como el de la novela de Soto Ivars, como el que compartimos, amigo Ricardo. Un saludo.

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  2. Pues gracias por dejarme el enlace de esta entrevista, que este libro lleva tiempo pendiente en mi estantería y me has dado el empujoncito necesario para leerlo. Me ha agradado mucho su autor.
    Besotes!!!

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    1. Gracias Margari, como ves, en la entrevistas trato un poco de hacer guiños a los entrevistados, de qué otro modo iba a sugerirle a este escritor que el apellido Lapiedra de uno de sus personajes coincide con una actriz porno. Lo dicho, gracias y si quieres, aquí nos vemos. Un saludo.

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