lunes, 22 de diciembre de 2014

TONI HILL: «Me gustaría que la gente se viera reflejada en las novelas».

La última entrevista del año en Maleta de libros me la concede el escritor Toni Hill. Quedo con él en un local céntrico de Valencia, demasiado ruidoso, para nuestro gusto (nos cambiamos un par de veces de sitio buscando oírnos al hablar). Acaba de publicar ‘Los amantes de Hiroshima’ con la que cierra una trilogía de novelas dentro del género negro y de suspense. Hill es licenciado en psicología y lleva más de diez años dedicado a la traducción literaria y a la colaboración editorial en distintos ámbitos. Pronto se siente cómodo y eso que acaba de llegar de viaje en tren de Barcelona.

Cierra la trilogía comenzada con ‘El verano de los juguetes muertos’ a la que siguió ‘Los buenos suicidas’.

Sí, esta es la tercera novela, la primera salió en el verano de 2011, un año después en el verano de 2012 salió ‘Los buenos suicidas’, y ahora han pasado como dos años y algo. La gente estaba nerviosa esperando el final y ‘Los amantes de Hiroshima cierra de alguna forma la trama que he ido llevando de un libro a otro.

A un lector que no haya leído las dos novelas anteriores ¿qué le diría a para animarle a leer ‘Los amantes de Hiroshima’?

Lo puede hacer perfectamente. Yo he tenido la experiencia de gente que solamente ha leído la tercera y lo entiende todo. La verdad es que esto me lo plantee muy seriamente cuando ya vi que tenía como una trama que, de alguna forma, sigue de un libro a otro; en cada libro, en la segunda novela también, introduzco los elementos básicos de la trama que sigue para poder entenderla. Entiendo a un lector que se pregunte: ahora que yo me la quiero leer  ¿resulta que tengo que comprarme los dos anteriores? Me parece un poco feo por el autor no introducir los elementos básicos para entender cada una por separado.

Evidentemente es como todo, si empiezas por el primero tiene más gracia, te vas metiendo en el lio al mismo tiempo que Héctor y con el tercero, lo que asistes es a que te expliquen el lio y te lo resuelvan al final. Yo creo que la gente las va leyendo un poco como le viene, porque cada una, además, plantea un caso autoconclusivo. Héctor investiga un crimen en la primera, otro en ‘Los buenos suicidas’, otro en ‘Los amantes de Hiroshima; cada caso se resuelve en su novela y los elementos que cuelgan pertenecen más a su vida personal y a ese misterio que rodea a la desaparición de su exmujer.

Coménteme esta frase ‘para sobrevivir al sistema hay que engañar al sistema’ que me ha parecido interesante y creo que también al inspector Salgado

Sí, a él le cuesta mucho de asumir. Héctor en el fondo es un señor muy cabal, muy recto. Lo que pasa es que el sistema nos ha engañado a nosotros; el sistema, de alguna forma, nos está fallando un poquito. Yo creo que llega un momento en que llegas a la conclusión de que no te queda más remedio que no diría que engañar, pero sí saltar o vadear o de alguna forma esquivar ciertas partes del sistema que son injustas o que en ciertos casos, en el caso de la novela, por ejemplo, no es que sean injustas, sino que no van a conllevar ningún beneficio para nadie.

Además de la frase anterior, hay otra que Héctor medita y llama mi atención: ‘la justicia es imperfecta’. Al hilo de aquella y esta le preguntaría ¿qué le gustaría que quedase a los lectores de sus novelas más allá de las historias de los personajes y el entretenimiento de la lectura?

Es difícil, si me gustaría que la gente se viera reflejada en las novelas, que de alguna forma las viviera un poco como propias y que un poco llegara a ese punto de relativismo moral al que llega Héctor.
Cuando dice eso de la justicia él siempre creía que la verdad era una verdad absoluta, el defiende que, dado que la justicia es imperfecta, lo único que él puede hacer es sacar la verdad, si luego esa verdad tiene unas consecuencias judiciales ahí el no va a entrar. Cuando la víctima no es una víctima, es un culpable; cuando todo cambia, cuando los papeles cambian, él se da cuenta de que la verdad, en un momento determinado, no es un valor absoluto, es un valor muy relativo. El valor de sacar algo a la luz no tiene que ser siempre positivo para la gente que está involucrada en el tema.
Yo creo que un poco a todos nos está pasando, hablo por mí; el engaño con ciertas instituciones con ciertos políticos, con cierto sistema, ya en general, que parece que esté contagiándolo todo, al principio parecían unas manchitas aislada y al final resulta que es un chapapote que lo cubre todo, yo estoy presentado de alguna manera que esto nos vuelve moralmente ambiguos, él lo condena, hace una especie de autoreflexion de ‘yo qué habría hecho en ese caso’. Es todo mucho más complicado que los que parece.

¿Dónde cree que radica la buena acogida del público de sus novelas? ¿En el personaje de Héctor Salgado, en el planteamiento de cada historia o en la buena salud del género?

Creo que radica en dos cosas: en que las tramas que transcurren son muy trabajadas, muy intrigantes, con unos personajes que son muy de carne y hueso, que no son mafiosos rusos, lejanos, sino todo lo contrario, gente con la que podríamos encontrarnos ahora mismo. Y luego es cierto que la gente ha empatizado muchísimo con los personajes principales, con Héctor Salgado, con Leyre Castro e incluso con la exmujer de Héctor, desaparecida; están preocupados con lo que le ha pasado.
Lo del buen momento del genero es una especie de cosa que se va repitiendo, como decimos en mi tierra ‘no hi ha para tant’, no hay para tanto. Hay un montón, es decir,  has surgido un montón de autores, pero no. Creo no es un buen momento para nada.

¿Qué va a pasar con Héctor Salgado después de esta novela?

Pues no lo sé. Esta la termine en verano, estoy en un periodo de descompresión, llevo cuatro años con esta novela y creo que tengo que crear a otros personajes que no se parezcan en nada. Me lo he pasado muy bien con estos libros, también creo que a Héctor le quedan cosas por decir, bueno a Héctor, a Leire… aunque las dirán en un futuro más o menos próximo o más menos lejano, eso ya lo veremos. Pero sí que es verdad que es hora de dejar a estos personajes a un lado y moverse a otras cosas porque si no te mueves entras en una dinámica. Yo a Héctor lo conozco muy bien, como si nos estuviéramos mirándonos por un agujerito todo el día, pero no solo a Héctor, es a Leire, es a su hijo, es a su pareja, a los personajes fijos, no solo los personajes. Tocaba un poco vacaciones, ahora hay que hacer un break, un descanso, y luego ya veremos.

Muchas gracias, mucha suerte y felices fiestas, Toni.


Por Ginés J. Vera.

lunes, 15 de diciembre de 2014

DARÍO VILAS: «(El personaje de Marquitos en esta novela) era una deuda que tenía con el propio personaje y con los lectores».

Entrevisto a Darío Vilas (Vigo, 1979) al hilo de su última novela publicada ‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ (Tyrannosaurus Books, 2013) con la que ha obtenido el Premio Nocte 2014 a la mejor Novela Nacional de Terror.

Vilas es un escritor que cultiva el género fantástico y el realismo sucio, el cual combina con la literatura de terror. Ha sido reconocido en España como uno de los autores que cultiva el género terrorífico junto al género fantástico y el realismo sucio con mayor originalidad y maestría. Posee diversos premios tanto por sus relatos, como el Premio Nosferatu 2012 por "Orgullo de padre" como el Pandemia 2013 a la mejor Antología de Relatos, como coordinador y coautor del tomo Antología Z. Volumen 6, habiendo resultado finalista de los Premios Scifiworld en 2012.

La primera pregunta es tan difícil que me arriesgo a tropezar con los encasillamientos y etiquetas de su novela entre el terror psicológico, el género Z frente al realismo sucio o bizarro.

Esta novela es difícil de catalogar. Hay quien la  ve como novela negra o thriller, quien la ve como terror y hasta quien dice que es realismo sucio con toques fantásticos. Lo del realismo bizarro fue una especie de broma que nació a partir de esa dificultad, y como crítica a las etiquetas delirantes que están tan en auge. Desde luego, lo que no es en ningún caso es género Z, en absoluto. Mejor etiquetarla como novela corta.

La siguiente pregunta, también con nuevo riesgo por mi parte, es sobre el lugar donde transcurre la novela. La isla de Simetría, un lugar casi fetiche, ¿quizá haya algo de fascinación por el paisaje como estado de ánimo, como marco argumental para jugar con los personajes?

Desde luego. Si observo en panorámica, desde el punto en que me encuentro ahora mismo, soy consciente de que los paisajes en el conjunto de mi obra forman parte del estado de ánimo, incluso llegando a ser un personaje más. En Gallinas Viejas es tan protagonista Marquitos como la propia isla Simetría, por encima de otros personajes que desfilan por sus páginas. La última novela que terminé la ambienté por primera vez en mi ciudad, Vigo, y vuelve a tener un peso muy específico como marco argumental.

Puestos a rescatar, sigo en la línea, le pregunto por el protagonista, por Marquitos Laguna. ¿Lo traes de regreso por una deuda contigo mismo, por placer…? ¿Vamos a volver a saber de él en el futuro?

Marquitos aparecía hasta en cuatro relatos previos a esta obra. Siempre había jugado con la idea de dedicarle una novela, así que podría decirse que sí, que era una deuda que tenía, pero más bien con el propio personaje y con los lectores, que reclamaban saber más sobre él. En lugar de dar a conocer su pasado, lo que hice fue contar su presente. Los hechos narrados en los relatos tenían lugar en el año 2001. En la novela saltamos diez años, hasta 2011, para saber qué pasó con Marquitos después de un punto de inflexión en su vida que lo llevó a aislarse, a dejar atrás su vida tal y como se estaba desarrollando.
Te diría que no sabremos más del personaje en el futuro, que es algo que se intuye en el final de la novela, pero quizás me tuviera que retractar. De momento, aparece en un microrrelato dentro de Absurdario, mi última publicación, y también en un prólogo para una novela de un compañero. Nunca se sabe.

A ‘El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas’ la avala el prestigioso premio Nocte, te preguntaría por el éxito de esta novela entre el público, si crees que está recayendo en el premio, en el boca oreja, en la labor editorial o en tu carisma como escritor. Me permito un par de guiños, uno al haber leído que defines al conjunto de tu obra como ‘bastante absurdo’, el otro a Bukowski.

Supongo que es una mezcla de todo lo que has mencionado, salvo lo del carisma, que no sé si tengo de eso. La novela tardó en empezar a funcionar, pese a los esfuerzos que hicimos tanto editores como autor inicialmente. No arrancó hasta que el boca a boca comenzó (lleva casi una treintena de reseñas y críticas, ni una sola negativa, que es mi récord de largo). Luego, desde la editorial supieron gestionar muy bien ese repunte, la redistribución llegó en el momento más oportuno, cuando se acababa de anunciar que era finalista al Premio Nocte. Y este galardón vino a culminar una trayectoria ascendente que nos está dando muchas alegrías a todas las partes implicadas, con lo que costó llegar a este punto.
Los guiños no sólo a Bukowski (bien visto), sino a Carver, Miller, Fante o Palahniuk, entre otros, son recurrentes en mi producción literaria y en mi discurso personal como autor.

Imaginemos que un lector aterriza desde del espacio o emerge del inframundo, no sabe quién es Darío Vilas y tropieza en una librería con “El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas”, ¿qué argumentos le darías para que se embarque en esta historia?

Pienso que el título es un buen reclamo per se. Cuando se lo puse sabía que despertaría la curiosidad, incluso siendo tan largo y difícil de retener (al final se conoce la novela por Gallinas Viejas, a secas). Pero si necesitan algún otro argumento, me quedo con la definición del lector que dijo que la novela es “un puto rodillazo en las pelotas”.

¿Qué te llevarías si Marcos Laguna te llamara pidiendo ayuda a la isla de Simetría?

Iría con lo puesto y teniendo claro que no voy a volver. Menos mal que Marquitos jamás pediría ayuda a nadie. No me gustaría verme en esa situación.

¿Quieres añadir algo más, quizá algo que no te hayan preguntado en otra entrevista y quieras contar a los lectores?

A veces me quedo mirando al vacío, sin pensar en nada. Es lo mejor que se puede hacer en la vida. Hay mil preguntas que no me han hecho, quizás no valga la pena que las responda.


Muchas gracias, Darío, y mucha suerte.


Por Ginés J. Vera.
foto: dolmeneditorial.

lunes, 1 de diciembre de 2014

JOSÉ MARIA MERINO: «Muchas veces la trama oculta precisamente es lo que está por debajo y no expresamos nunca de manera definida.»

Ha sido todo un privilegio poder conocer y entrevistar al escritor y académico de la Real Academia Española. Como aficionado a los relatos y microrrelatos ya como lector, ya como escritor, tener la oportunidad de conversar con Merino es todo un lujo.  José María Merino (A Coruña, 1941) ha recibido numerosos premios y distinciones tanto por sus novelas, novelas juveniles como por sus cuentos quizá destacar entre todos ellos el Premio Nacional de Literatura Juvenil en 1993, o el Premio Nacional de Narrativa en 2013. Le entrevisto en su paso promocional por Valencia tras publicar el libro de relatos y microrrelatos ‘La trama oculta’ (Páginas de espuma, 2014).

Háblenos de este libro que en realidad vemos dividido en tres partes: una realista, una más fantástica y la de microrrelatos siendo que las dos primeras las acompaña de breves introducciones a cada cuento.

El libro planteaba un problema de estructura. A mí, tanto las novelas como los libros de cuentos, me gusta darles una estructura adecuada, la que yo pienso que es mejor para el libro. En este caso eran cuentos muy distintos, al principio eran los realistas y los fantásticos los que yo pensaba agrupar, luego me dije: ¿y cómo doy coherencia a esta? Yo he hecho cuentos relacionados con un mismo paisaje, con un mismo lugar, etc., luego se me ocurrió hacer una pequeña introducción a los cuentos y estando en esto dije: ¿y por qué no incluir una tercera parte y darle una perspectiva más amplia de microcuentos? Le di muchas vueltas a la estructura.

Lo de la introducción a los cuentos la verdad es que es en cierto punto original, recuerdo un par de libros así, quizá el que más uno de Stephen King, ‘Nada es eventual’.
En realidad esto enlaza con la tradición más antigua de nuestra cultura que es el Calila e Dimna, hay un marco, hay alguien que está hablando y dentro de esa narración se van incluyendo los cuentos, o sea que, efectivamente, no lo vemos mucho pero la tradición es muy antigua.

Menciona en el libro que estos relatos ‘están cargados de sombras de recuerdos personales de sus años jóvenes’. De hecho veo ese guiño a León donde me consta pasó su niñez y juventud aunque es usted de A Coruña.

Lo que pasa es que este libro puede que tenga mucho que ver con la edad de uno y la experiencia, uno lleva ya mucho tiempo haciendo cuentos viendo pasar la vida y de pronto pensé: estos cuentos heterogéneos voy a ver que tengan que ver con mis vivencias personales; luego, poco a poco, fui derivando a ese aspecto del sueño, de lo misterioso, de lo extraño. Cuando se me ocurrió darles esto de la introducción, se me ocurrió también un cuento nuevo: la estructura propició un cuento nuevo.

Regresando a los cuentos de La trama oculta me ha llamado la atención en el relato homónimo que el personaje de Arturo refiera a ‘la conciencia de lo que no necesitaba estar escrito para existir’.

Efectivamente, la escritura hace que las cosas sean ciertas, que las cosas sean verosímiles. A mi me gusta decir que la realidad no necesita ser verosímil, se produce y puede ser la realidad más absurda del mundo, pero la escritura da certeza a las cosas, es lo que las convierta en algo palpable, las complementa. Sin embargo no necesitaríamos la escritura ni siquiera la expresión para que las cosas estén ahí, para que los sentimientos estén ahí. Muchas veces la trama oculta precisamente es lo que está por debajo y no expresamos nunca de manera definida.

‘En la literatura se vierte la vida disfrazándose en forma de tramas que, paradójicamente, la hacen claramente reconocible’, leo en su relato ‘El filtro de Venus’.

Pues sí, porque yo creo que la realidad es bastante extraña. Si no hubiese existido la ficción desde que está en el mundo cada generación tendría que saberse preguntado: ‘pero, ¿qué me está pasando?…’, ‘me estoy enamorando…’, o ‘estoy odiando a fulano…’ Gracias a la ficción ya tenemos nuestra psicología, está ordenada en la memoria. Incluso grandes psicólogos como Freud acudieron a la escritura para explicar nuestra conducta. La literatura es la gran escuela del comportamiento, de ahí sabemos lo que nos pasa, nos ha enseñado lo que nos pasa.

En el libro se incluye un fragmento de una obra pictórica, un supuesto retrato de Lucrecia Borgia. El narrador nos dice que ‘solo por el milagro del arte y los azares de la fortuna ese  cuadro que fue pintado hace quinientos años permanece incólume’.

Ese cuento nació directamente cuando vi el supuesto retrato de Lucrecia Borgia en el Städel de Frankfurt del Maine. A mi es que es un cuadro que me fascinó, es un cuadro que te está diciendo: aprovecha la vida, la visa es muy efímera; yo ya he pasado, yo existí hace 500 años, estas flores que tengo en la mano ya no son nada; yo no soy nada. Compré una preciosa reproducción y se me ocurrió el cuento sobre lo efímero. Además, lo comparo un poco con el de La Mona Lisa que está deteriorándose cada vez más por problemas técnicas, se está esfumando mientras que este está con una frescura asombrosa.

Quizá también esa sensación de lo efímero se vea en el relato ‘El fin del mundo’, donde he anotado esta frase: ‘creo que cierta sospecha del fin del mundo nos persigue a lo largo de la vida’.

Claro, evidentemente para todos terminará el mundo alguna vez, y siempre lo intuimos, yo creo, por lo menos yo, a lo mejor ya es mi edad, hay un secreto ahí, un murmullo que me dice: el mundo va a terminar, el mundo no es eterno...

Ya que incluye en la tercera parte de ‘La trama oculta’ una colección de microrrelatos me gustaría preguntarle por esos escritores que parecen estar en contra de este género, que parecen denostarlo.

Yo, que soy muy aficionado al arte, es como si alguien me dijese que es absurdo pintar sobre cristal; mire usted, el soporte es lo de menos lo importante es la calidad del producto. O como si usted me dice: mire usted un oleo de menos de 15 cm por 25 cm ya no vale. Pues mire usted ahí están todas las miniaturas medievales, hay pequeñísimos cuadros; valoren sí, valoren el valor literario.

Antes escribía poesía pero un día me dejó, un día la poesía me dejó; era una poesía muy narrativa, alguna vez la he vuelto a releer y he dicho: caramba, estos son minicuentos, escribía un poco minicuentos sin saberlo.

Un día, mi amigo Antonio Fernández Ferrer que sacó un libro de microrrealtos titulado  ‘La mano en la hormiga’ en homenaje a un microrrelato de Juan Ramón Jiménez –que los escribía muy buenos–, me dijo un día: ‘escribe algún minicuento, venga, anímate’. Yo me enteré de lo que era un minicuento y escribí tres. De vez en cuando se me ocurren minicuentos, incluso tengo un libro exclusivamente de minicuentos: ‘Los cuentos del libro del amor’.

Yo no lo puedo entender, porque sí tengo algún compañero que es muy despectivo con el género. Novelas hay espantosas, largas y cortas, las hay muy malas; cuentos los hay buenos y malos; entonces, ¿por qué los minicuentos van a ser malos per sé?
Muchas gracias y mucha suerte José María.


Por Ginés J. Vera.