lunes, 30 de mayo de 2016

SANTIAGO POSTEGUILLO: «En la medida de mis posibilidades, intento seguir la senda de Tolkien».



Entrevisto esta semana a Santiago Posteguillo, no es la primera vez, ya lo hice cuando vino a Valencia a promocionar un libro que me resultó sumamente interesante ‘La sangre de los libros’. Le pregunto en esta ocasión por su novela ‘La legión perdida’ (Planeta 2016), su obra más ambiciosa y espectacular, que cierra la exitosa trilogía de Trajano.

En esta tercera entrega de la trilogía de Trajano está muy presente China, uno de los temas es precisamente los tratos del emperador con ese país al que le debemos inventos tan importantes como el sismógrafo, la pólvora, el compás o el propio papel sin el cual difícilmente hubiera alcanzado tanto éxito esta trilogía.

Con esta tercera entrega de la trilogía de Trajano he intentado mostrar el mundo antiguo en su totalidad. La visión internacional de Trajano facilitaba este proyecto. “La legión perdida” es una novela histórica de largo aliento, como dicen en América Latina, es decir, de enormes dimensiones y de gran ambición narrativa. En la novela tenemos hasta cuatro grandes civilizaciones: Roma, Partia, el imperio kushan del norte de la India y la China de la dinastía han. La ruta de la seda unía a todos estos imperios. El mundo es global desde mucho antes de lo que podemos imaginar. Y Europa es y ha sido una gran civilización, pero ni la mejor ni la única. Me interesaba mostrar nuestro pasado en contexto.

Entre los muchos detalles históricos que vamos a encontrar en ‘La legión perdida’, está una naumaquia, con tiburones incluidos; cuéntenos brevemente este espectáculo naval tan del gusto de Julio Cesar.

Las naumaquias eran recreaciones de batallas navales que los romanos realizaban o bien en lagos próximos a Roma (como hizo Claudio) o en gigantescos estanques construidos para este propósito, como ocurría en tiempos de Trajano y de la novela “La legión perdida”. Parece ser que en una primera fase, se realizaron naumaquias en el propio Anfiteatro Flavio (el Coliseo) antes de que se excavara la red de túneles del hipogeo debajo de la arena, pero esto no es tan comprobado.

A menudo descubro novelas que no sé si calificarlas como ‘ficción histórica’. No es necesario traicionar la Historia para hacer buena literatura, ¿cierto?

Lo que tenemos son diferentes tipos de novela histórica donde el nivel de historicidad (palabra que está en el DRAE) varía. “El nombre de la Rosa” de Humberto Eco es histórica por su perfecta ambientación de un monasterio medieval, pero la trama es ficción insertada en esa ambientación. Pero ficción genial y entretenidísima que además es usada por el autor para ilustrar y explicar los conflictos religiosos de la época. Robert Graves, sin embargo, hace ambientación histórica en “Yo, Claudio” además de que sus personajes y trama central sean también históricas. Mis novelas entroncan con este tipo de novela histórica. Finalmente, también tenemos ucronías en donde se juega a contar que habría pasado si la historia hubiera sido diferente. Es un género distinto, pero especulativo que puede ser interesante. Lo que no es correcto es presentar una novela que no sigue la historia ni por personajes ni por ambientación como novela histórica. Los lectores saben lo que quieren y van seleccionando qué autores o autoras les interesan más.

¿Nos sorprenderá encontrar algún detalle poco conocido de la figura del emperador Adriano en su libro? Pariente de Trajano, al morir este creo que accedió al trono en extrañas circunstancias.

Trajano quizá pensó en Adriano como sucesor en una primera etapa de su gobierno, pero a medida que observaba que Adriano no era proclive a mantener los territorios conquistados, Trajano empezó a pensar en otras opciones como sucesor. Aquí emerge la figura del africano Lucio Quieto, brazo derecho de Trajano, como opción más probable. Adriano, por supuesto, no estaba por dejarse apartar de la línea sucesoria y orquesto un complejo plan para, aprovechando la enfermedad de Trajano, ser proclamado nuevo César. Adriano dio un auténtico golpe de Estado en el que eliminó a todos aquellos que podían oponerse a su ascenso.

Otros escritores que han tratado en sus libros sobre las legiones perdidas, creo que en ‘La legión perdida’ la base es una ucronía, hechos que pudieron haber ocurridos y que imagino usted expone bajo su mirada personal.

Veamos, una ucronía, técnicamente, es cambiar los datos históricos. Por ejemplo, una novela de Saki sobre la invasión de Inglaterra por parte del Kaiser alemán. Esto es ucronía porque nunca ocurrió y sabemos que nunca ocurrió. Es muy interesante porque Saki describe como hay gente que colabora con los invasores y otros que forman una resistencia. Es todo imaginación pero anticipa lo que luego pasará unas décadas después con la invasión nazi de Francia. En la “Legión perdida”, no obstante, estamos mucho más próximos a la historia, porque recreo una posible teoría, la del investigador Homer Dubs, que apunta lo que quizá ocurrió. Nadie puede afirmar taxativamente que no fuera así. Hay historiadores a favor y en contra de lo que recreo en la novela, pero esto no es ucronía, sino novelar una posible teoría. Existe la posibilidad de que todo ocurriera de forma muy similar a cómo se cuenta en la novela.

A la hora de tratar un tema como el histórico ¿hasta qué punto un escritor debe ser riguroso para ‘contentar’ a los cultos y ‘aflojar’ con la acción o los personajes secundarios para hacerla accesible al gran público?

Muy buena pregunta. A mi entender, como en casi todas las cosas de la vida, el secreto está en encontrar un equilibrio razonable. En el caso de la novela histórica hay que conjugar unas dosis elevadas de seguimiento fiel de la historia, pero aprovechar todos los vacíos históricos para crear ficción intensa que complemente los datos que nos faltan. 

Imagino que para urdir una novela de este tipo y máxime si se trata de una trilogía la abordará con ayuda de esquemas, cronogramas y un guión para que nada se quede en el tintero (si eso es posible tras más de tres mil páginas), quizá la inclusión de mapas y croquis de batallas en su libros también es una forma de ayudar al lector, de establecer ese pacto de verosimilitud tan codiciado por los escritores de ficción o no.

Sin duda. Dibuja mapas y diagramas, me hago glosarios y cronogramas y mucho de este material que me ayuda a elaborar la novela lo pongo luego a disposición de los lectores y las lectoras en los apéndices al final de la novela. Esto es muy de Tolkien, que hacía lo mismo y que a mí siempre me encantó, así que, en la medida de mis posibilidades, intento seguir la senda de ese gran catedrático de Oxford.

Debe de haber un momento, después de miles de páginas dedicadas a Trajano, donde uno quiera poner el punto y final, por mucho cariño que se le coja al personaje y se le tenga por un emperador sin igual, ¿no es así?

Pues no. Permítemele que te contradiga afectuosamente en este punto. Pero me explicare. ¿Cómo se puede hartar uno de un líder que luchaba activamente contra la corrupción, que combatía una crisis económica haciendo política social, pensando en los desfavorecidos para quienes construía acueductos o distribuía alimentos? ¿Cómo puede cansarse alguien de un líder que afrontaba los problemas en lugar de dejarlos pudrirse? ¿Cómo puede alguien sentir hastío por un líder que antes de exigir un sacrificio predicaba con el ejemplo sacrificándose primero él? De eso uno no se cansa nunca. De lo que se agota uno en seguida es de estar gobernado por una pandilla de políticos que cobran sueldo meses y meses sin hacer su trabajo que no es otro que alcanzar un acto y formar gobierno. De eso sí se cansa uno. Trajano también sabía pactar. ¿Dónde hay un Trajano o una Trajana en el siglo XX? A Trajano sólo le he dado muerte porque soy fiel a la historia y lo he contado según ocurrió. Mucho tendrían que aprender nuestros gobernantes de este César de quien el Senado decía siempre a cada nuevo emperador: “Ojalá seas tan bueno como Trajano”. Por cierto, una duda personal: si Roma como civilización duró siglos y siglos con una sola cámara (el Senado)… ¿realmente necesitamos dos cámaras, un congreso y un Senado en España? Es por saber. Creo que en algún punto me he perdido.

Muchas gracias y mucha suerte, Santiago.

Por Ginés J. Vera.

Santiago Posteguillo es profesor de literatura en la Universitat Jaume I de Castellón. Estudió literatura creativa en Estados Unidos y lingüística, análisis del discurso y traducción en el Reino Unido. De 2006 a 2009 publicó su trilogía ‘Africanus’ sobre Escipión y Aníbal, merecedora de grandes elogios por parte de los expertos. Ha sido Escritor Valenciano del Año 2015, premiado por la Semana de Novela Histórica de Cartagena, obtuvo el Premio a las Letras de la Generalitat Valenciana en 2010 y fue galardonado con el Premio Barcino de Novela Histórica de Barcelona en 2014. Ha publicado también ‘La noche en que Frankenstein leyó el Quijote’ y ‘La sangre de los libros’. Con ‘La legión perdida’, cierra esta exitosa Trilogía de Trajano, iniciada con ‘Los asesinos del emperador’ y a la que siguió ‘Circo Máximo’.

lunes, 23 de mayo de 2016

ANDRES ISERN: «La mejor terapia tanto a los sesenta como a otra edad es el amor».



Andrés Isern Cirerol  afirma de si mismo que tiene un carácter nervioso, tímido e introvertido. Estuvo veinte años prepararndo su ‘El hipocondríaco de la clínica Mare Nostrum’ antes de publicar esta novela en 2013. Parece que ha perdido ese pudor y me concede una entrevista tras la publicación de su segunda novela ‘Antenas en el ático’ (Slooper, 2016).


Ubica ‘Antenas sobre el ático’ en Palma, en su ciudad natal y de residencia, ¿la ha escogido por proximidad geográfica, por rendirle un homenaje o porque el tema de fondo le toca especialmente la fibra?


Las dos novelas que he escrito, «Antenas sobre el ático» y «El hipocondriaco de la clínica Mare Nostrum», están ubicadas en Palma, mi ciudad, y en mi isla, Mallorca, y también lo está mi tercera novela que estoy escribiendo. El motivo es debido a la necesidad de un territorio que, además de tocarme especialmente la fibra, es un cierto homenaje a la isla en el sentido geográfico de lo que una isla significa.


Aunque el personaje protagonista es un hombre las mujeres están muy presentes en esta novela, girando alrededor de Miguel Bonet, cada cual con su rol; ¿son la mirada de estas mujeres las que van componiendo la personalidad de Miguel, entre inocente y enamoradizo?


Las mujeres de la obra son como un puzle en el que el protagonista lucha de algún modo contra la soledad y la vejez.


Hay cierto paralelismo o metáfora en la visita a un lupanar y a una consulta de un psicoanalista, ¿lo ha buscado así a la hora de mover a Miguel Bonet en ‘Antenas sobre el ático’.


Tanto el lupanar como la consulta de la psicoanalista son una manera que tiene Miguel Bonet de luchar contra la soledad que le atenaza. El motivo que busca al psicoanalizarse o al psicoanalizar no es más que la necesidad que tiene de hablar, de no sentirse solo.


Me gustaría preguntarle por las antenas, las del ático, pero no como título de su novela, sino sobre la cuestión de fondo, ese ‘mal de las antenas’ que el doctor Danús niega y según ciertos informes que ha leído Barahona solo excepcionalmente pueden provocar ‘una electro-sensibilidad sin importancia’.


Ese mal de las antenas es como un símbolo de los molinos de viento que hay que destruir, al margen de si son ciertos estos temores, que, para mí, lo son.


Volviendo a Miguel Bonet, sí tiene algo de Quijote, de caballero andante, no solo por esa inocencia que comentaba, también por su caballerosidad para con sus damas y ese buen propósito de hacer el bien cuando viva de nuevo en el edificio con esa sospechosa antena del ático.


Sí que Miguel Bonet tiene algo de un actual Quijote, luchando con las antenas y viendo de una manera tal como un caballero andante.


Me ha llamado la atención el juego de colores y las siete habitaciones en la casa donde duerme Miguel Bonet, por un momento me ha recordado el simbolismo de cierto relato de Poe, aunque prefiero preguntarle abiertamente.


Este juego de colores de las habitaciones es otra forma de mostrar la soledad del protagonista y el enigma que su vida encierra.


Otro guiño, no sé si buscado, es el hecho de que se mencione a Sabina, también a una sucursal del Banco Hispano Americano y la acción transcurra en verano.


Sí, es un guiño a las canciones de Joaquín Sabina, al cual admiro, tanto en los jos de gata como en la sucursal del Banco Hispano Americano.


‘A partir de cierta edad es más gratificante el sentido del humor que el sexo’, apostilla Miguel, ¿comparte esta idea?


Sin duda a partir de cierta edad es más gratificante el sentido del humor que el sexo, aunque si se unen ambos pues mucho mejor.


Otro de los leitmotiv, si no de la novela sí del protagonista, de sus visitas voluntarias a la consulta de la doctora Roig, es encontrar respuestas, por eso me resulta evocador cuando Miguel llega a confesar que desea amar con todas sus fuerzas y no sentirse un viejo, ‘creo así haberle encontrado un porqué a la vida…’ ¿La mejor terapia frente a la soledad, sobre todo a los sesenta, es el amor, el amor verdadero?


 Creo que la mejor terapia tanto a los sesenta como a otra edad es el amor.


Muchas gracias y mucha suerte, Andrés.


Por Ginés J. Vera.
Andrés Isern Cirerol (Palma, 1954), tiene varios cuentos escritos, debutó con la novela, ‘El hipocondríaco de la clínica Mare Nostrum’ en 2013, y acaba de publicar con el mismo sello su segunda novela ‘Antenas en el ático’ (Slooper, 2016).

Foto: cortesía del autor.

miércoles, 18 de mayo de 2016

MERCEDES GUERRERO: «Esta novela es muy especial para mí, es la más personal».



Me concede esta entrevista la escritora Mercedes Guerrero que acaba de publicar su cuarta novela ‘Las sombras de la memoria’ (DeBolsillo, 2015). Como humilde escritor admiro a quienes toman un día la decisión valiente y arriesgada de dedicarse por entero a lo que realmente uno ama, es el caso de Mercedes Guerrero, por lo que desde aquí le mando mi agradecimiento y felicitación.
Los lectores van a apreciar dos deliciosos guiños realistas en la novela, sobre todo si saben que es usted cordobesa, el primero ya lo he adelantado: toma como escenario la ciudad de Córdoba, que imagino que conoce bien y ama por la forma de describirla. El segundo tiene que ver con la protagonista, con Maribel Ordoñez, que trabaja en una agencia de viajes. También usted dirigió durante años empresas del sector turístico.
Sí. En esta novela he querido hacer un homenaje a mi ciudad. Córdoba posee bellos rincones, plazas y monumentos  milenarios, y consideré que merecía ser escenario de una novela. En esta historia deseaba conjugar un poco de todo: secretos familiares, misterio,  arte, romance y, por supuesto, historia. Decidí entonces, quizá movida por mi anterior actividad en el sector turístico, que Córdoba podría ejercer de anfitriona con sus personajes. Al igual que la protagonista, yo también trabajé durante años en una agencia de viajes y quise dejar  también mi  pequeño  testimonio de esta hermosa  profesión. 
Precisamente ‘Las sombras de la memoria’ es su cuarta novela publicada, cuando decidió -no sé si decir pronto-, dedicarse en exclusividad a la literatura, dejar la estabilidad de un oficio menos voluble, ¿pensó en ello, en lo complicado de ‘vivir por amor al arte’?
Por supuesto. Cuando dejé el trabajo para dedicarme en exclusiva escribir, no estaba nada segura de poder vivir de esto. Pero era  lo que quería hacer y conté con el apoyo incondicional de mi marido y mis hijos. Fue un salto al vacío, dejar un trabajo estable para quedarme en casa  y  cambiar radicalmente de vida. Sin embargo, significó una agradable novedad para todos: para mi familia, que ahora me tenía a tiempo completo, y para mí, que sentía que estaba haciendo lo que realmente me gustaba.  
Es una novela, no sé si calificarla de thriller romántico, en la que los secretos y la familia tienen un gran protagonismo; en cierto modo ¿nos apasiona como lectores desvelar misterios y poder mirar la vida de otros como chismosos privilegiados desde el sofá?
Creo que cuando abordamos la lectura de un libro lo hacemos movidos por la  curiosidad, ya sea por conocer personajes singulares, hechos históricos, ciudades o acontecimientos extraordinarios. La lectura es evasión, es vivir a través de los personajes unas aventuras que para cualquier lector serían inimaginables experimentar. En mis novelas intento crear personajes que empaticen con los lectores, con el fin de que compartan su trayectoria vital, sus problemas, reflexiones, sentimientos al fin y al cabo.
Háblenos de la parte romántica de esta novela, que la hay, más allá de los secretos, la familia, las obras de arte y la parte histórica; esa relación tan especial entre el oficial de policía y Maribel Ordoñez, pero sin desvelar en exceso.
Maribel Ordóñez es una mujer solitaria, con un novio que no cubre en lo más mínimo sus carencias afectivas. Cuando se ve inmersa en el problema que le viene encima al salir a la luz los cuadros que tenía guardados su abuelo, decide cortar la relación porque no se ha sentido amparada por él. Entonces aparece el inspector de policía que lleva el caso, y aunque es un personaje pragmático y frío, hay momentos en que muestra su debilidad por ella, a pesar de que no es demasiado espontáneo. Maribel se siente atraída por él porque percibe a su lado la misma sensación de seguridad que tenía junto a su padre, fallecido cuando ella estaba en plena adolescencia, una pérdida que aún no ha superado.
Su relación se torna conflictiva, pues él es el responsable del caso y sabe que ella tiene más información de la que ofrece. Sin embargo Maribel está tan escarmentada con su relación anterior que no consigue confiar plenamente y contarle toda la verdad. Cada vez que baja la guardia y está a punto de confesarlo todo, surge un imprevisto que lo retrasa. Esta actitud va a ir minando el intento de iniciar una relación. Como dice ella en su momento más bajo: “Hasta ahí había llegado mi proyecto de relación con el atractivo inspector Daniel de la Torre.”
Ahora sí, ahora toca la pregunta obligada sobre la vertiente histórica de ‘Las sombras de la memoria’, ¿cómo surgió la idea de escribir sobre este tema artístico, sobre las obras de arte y su expolio durante la segunda guerra mundial? ¿Qué sorpresas descubrió en su investigación que darían, tal vez, para otra novela?
El tema del expolio de obras de arte por parte del gobierno alemán durante la  II Guerra Mundial siempre me resultó muy atractivo. Ya en mi  novela anterior, ‘La mujer que llegó del mar’, había profundizado bastante en este periodo histórico,  en el sufrimiento de los judíos y la dureza del ejército nazi en los países ocupados.
España vivió de lejos  esta guerra europea, y aunque no participó activamente en ella, aportó muchos voluntarios españoles que lucharon en los dos bandos litigantes. Yo deseaba que el protagonista ausente de la novela fuese un personaje español interconectado con esos hechos históricos. La idea era hacerlo dentro de la cotidianeidad, con personajes actuales y en una ciudad, Córdoba, tal y como es ahora mismo. Fue entonces cuando nació Tomás Ordóñez de Olarzábal, un auténtico caballero español, un héroe anónimo, en homenaje a los que arriesgaron  su vida por proteger  el patrimonio artístico de Francia frente a la voracidad artística alemana.
El proceso de documentación fue interesante y sorprendente, sobre todo al conocer que  quedan aún  cientos de miles de obras de arte desaparecidas, lejos de sus dueños o sus herederos. Solía pensar al escribir el libro que cada  una de ellas habría tenido un hogar, un muro donde fue exhibida, y  debió ser testigo de tantas  escenas familiares... Creo que este capítulo aún no se ha cerrado y quedan muchas historias reales por contar.   
Hay un pasaje de la novela donde la protagonista accede a Google a las seis de la mañana para buscar información sobre un coleccionista de arte encarcelado en la época nazi y más tarde huido a Sudamérica. Sin ahondar mucho en el personaje en sí, me gustaría saber qué opina de una herramienta como Google o internet para los escritores, para buscar información, detalles, incluso sin visitar ciertos escenarios… He evocado a Emilio Salgari (y sus novelas más allá del Adriático) o Bram Stoker (que nunca estuvo en Transilvania).
Internet ha sido una revolución en toda regla y es una de las herramientas más importantes a la hora de ofrecer información precisa y detallada con  rapidez.
En el proceso de creación de esta novela he hallado muchos detalles sorprendentes, y me fue  de gran ayuda la web del Museo del Holocausto de Washington que menciono en ella, pues allí están reseñadas todas las obras de arte desaparecidas y reclamadas en la actualidad. Buscando entre ellas elegí dos cuadros desaparecidos de Henri Matisse que se describen en la novela. Uno de ellos es el supuesto retrato de la abuela de la protagonista, que por desgracia aún  sigue desaparecido.
También suelo consultar la excepcional hemeroteca digitalizada de un diario nacional, ABC, que  permite “leer” ejemplares completos desde los primeros años del siglo XX, una herramienta que me sirve de gran ayuda  cuando escribo historias  situadas en el siglo pasado.    
Me gustaría que nos comentase una frase que me ha hecho meditar, una reflexión de Maribel: ‘Pocas cosas marcan en la memoria una fecha como la de la brusca pérdida de la persona más importante de nuestra vida’.
Quizá la escribí basándome en mi propia experiencia. Cuando alguien sufre una pérdida brusca e inesperada, estoy segura de que recordará  durante toda su vida la fecha y el preciso instante en que le dieron la noticia, quién se la dio,  cómo era su tono de voz, lo que estaba haciendo,  qué pensamiento  le vino a la cabeza…   
Esta novela es muy especial para mí, y no solo porque la sitúo en mi ciudad. También es la más personal. Hay en ella varios  personajes muy reconocibles, entre los que destaco al padre fallecido de la protagonista, con el que quise hacer un homenaje a mi propio padre; y  también a Fali, el gran  amigo de la infancia de Maribel. La descripción física y personal, así como su  apelativo,  pertenecieron a  mi hermano Rafael, tal como era cuando nos dejó para siempre.

Muchas gracias y mucha suerte, Mercedes.
Por Ginés J. Vera.

Mercedes Guerrero nació en Aguilar de la Frontera, Córdoba, en 1963. Diplomada como técnica de empresas y actividades turísticas, habla varios idiomas y durante dieciséis años ha dirigido distintas empresas relacionadas con el sector turístico. Hasta la fecha ha publicado cuatro novelas: ‘El Árbol de la Diana’, ‘La última carta’, ‘La mujer que llegó del mar’ y ‘Las sombras de la memoria’.
  

lunes, 16 de mayo de 2016

JUAN GÓMEZ-JURADO: «El mayor combustible que hay es el amor, y también el mejor veneno».



Tenía curiosidad por entrevistar a Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977). Casi estuve a punto de conocerle el año pasado, en la Feria del libro de Valencia, pero la vergüenza de acercarme así, sin más, me hizo esperar unos mesecitos.

Hay una pregunta que se me quedó en el tintero, aunque no sé si me la sabría responder por lo directa. Hace referencia al título de su novela, ‘Cicatriz’ (Ediciones B, 2015). También se llama así una novela de Sara Mesa a quien entrevisté no hace mucho en este blog, publicada por Anagrama en 2015... ¿Dos novelas publicadas el mismo año con el mismo título? 
Curioso, muy curioso.

Lo primero que me pide es que lo tutee al formular la primera cuestión: ‘No sé dónde he leído que se considera a sí mismo con escaso éxito literario, una paradoja vendiendo millones de ejemplares’.  «Lo primero, no me trates de usted, luego lo transcribes. ¿Cuándo he dicho yo eso? Yo no sé qué es el éxito, si esto es el éxito yo tengo mogollón, porque me dedico mucho rato a lo que me gusta, tengo exceso de éxito en el contexto de lo que acabamos de decir. Yo vendo bien, la gente me trata bien, no sé, lo mismo dije eso en otro contexto». Fallo mío por mirar en la red de redes antes de venir. 

En internet leo también que es periodista, que ha pasado por las redacciones de algunos de los principales medios españoles, o que novelas como: ‘Espía de Dios’, ‘Contrato con Dios’, ‘El emblema del traidor’, ‘La leyenda del ladrón’ o ‘El paciente’ se publican en más de cuarenta países y muchas se han convertido en best sellers mundiales. ¿Cómo se lleva eso de ser número uno de precompra en Amazon dos semanas antes de publicarse la novela ‘Cicatriz’?

«Pues muy guay, se lleva muy bien, antes de sacar un libro estoy acojonado perdido, ponlo así, a-co-jo-na-do. Estoy muerto de miedo, puedes haber hecho un montón de pruebas con amigos, con los vecinos, con tu editor, con cuatro o cinco lectores… pero hasta que no se lo enseñas a la gente estás perdido, te dices: esta va a ser la vez que no va a vender nada de nada… Tengo todo el rato el miedo de que el suelo desaparezca bajo mis pies, nunca me termino de creer lo que me pasa. Una compañera tuya, de otro medio, me decía que tras entrevistar a Placido Domingo, fíjate de quién estamos hablando, que cada vez que sale a cantar está muerto de miedo. Y yo le he dicho: es normal; vivimos con el riesgo permanente de cargarla y para evitar eso solo hay un secreto, un truco, escribir el libro que a ti te gustaría leer, y después si no lo lee nadie más, pues coño, por lo menos tienes un lector feliz, tú mismo, si se suma alguien más pues bueno».

Al hilo de lo de Plácido Domingo, le hablo de la rueda de prensa de los premio Planeta de Novela, a la que asistí recientemente, que cuando le preguntaron a Alicia Giménez si este premio le va a cambiar en algo la vida ella dijo que no, pero que ha habido escritores, algunos con nombre, que sí, que un premio les ha hundido. Gómez-Jurado sonríe y responde, no sé si con ironía, que: «Por eso yo ya no me presento a premios literarios para no correr el riesgo de ganarlos. Creo que es mejor así, llega un punto en el que es mejor. Yo creo que el Planeta es un premio a toda una vida, no a una novela, a toda una vida escribiendo».  

Eso me gusta, le digo, y regreso a la novela que nos ha traído al hotel, ‘Cicatriz (Ediciones B, 2015).
 
Háblenos de Simon Sax e Irina; las nulas habilidades sociales de Simon son las que le empujan a conocerse a través de la red.

«La verdad es que no te quiero hablar de Simon –me quedo un poco sorprendido–, pero me parece que no va a haber más remedio. 

»A ver, Simon se parece mucho a mí. Él tiene que ver conmigo algo, es un tío muy irónico, muy divertido, se hace mucho daño a si mismo cuando habla, está todo el rato metiéndose consigo mismo, es un hombre peculiar, luego se encuentra con Irina.» 

E Irina ¿a quién se parece?  

«Irina se parece a sí misma, Irina no se parece a nadie, no se puede parecer a nadie porque es un personaje que para mí no es un personaje literario, para mi está viva; si ahora mismo entrase por la puerta no me sorprendería nada. Es el personaje más difícil que he hecho con diferencia, llegó un momento en el que caminaba sola y pensé que si me daba la vuelta me la iba a encontrar detrás de mí mientras escribía, estaba siempre detrás de mi hombro derecho».
 
Como ya se ha creado cierta complejidad bromeo diciéndole que ha tenido ayuda para escribir entonces esta novela. «Sí, con Irina, tenía miedo de que viniera de verdad y estuviera ahí, entre otras razones porque tendría que repartir los royalties del libro entre dos».

Me ha gustado eso de que esta novela le hace a uno mirar de otra manera a la persona con la que uno duerme.

«Está claro que eso es verdad, tú nunca conoces a la persona con la que te acuestas, nunca, imposible, ya es bastante difícil, en general, conocerte a ti mismo como para, imagínate, conocer las motivaciones y los auténticos secretos detrás de la persona que tienes al lado. En la vida real nos ha pasado a todos que tu pareja ha venido a casa a las tres de la mañana y tienes la tentación de preguntarle ‘¿de dónde vienes?’ y que te diga ‘de trabajar’, pero igual eso no es así. Irina empieza a notar que Simon empieza a mentirle mucho, también Simon nos está mintiendo mucho a nosotros, lo irá viendo el lector a lo largo de la novela, y entre medias de lo uno está el conflicto, la gracia, el kétchup está ahí».

La única que no se miente en la novela es Irina a sí misma.

Es el único personaje que es brutalmente honesta consigo misma, y no me había dado cuenta, es el único personaje del libro que se dice a sí misma la verdad. 

En realidad todos nos mentimos a nosotros mismos.

La supervivencia depende de la mentira, es esencial, hay un momento en el libro en el que lo digo, las mentiras son como una manta cálida hacia la que corremos para refugiarnos; la gente, además, mata y muere para que no se le saque de debajo de esa protección. La misma naturaleza humana es una negación de la mentira, si tú estuvieras todo el rato pensando en que te vas a morir tu cerebro reventaría y morirías; si construimos un dios y una vida después de la muerte es para ayudarnos a sobrellevar una verdad trascendental, por eso te digo que la supervivencia depende de la mentira.

¿El miedo es el mayor combustible que existe?

El mayor combustible que hay es el amor, y también el mejor veneno.

¿Y están el amor y el miedo en puntos distintos, contrarios?

En el caso de Simon no, Simon vive todo el rato con el miedo de que después haber encontrado el amor, o lo que él llama amor, perderlo, constantemente, y ese miedo le lleva a cometer tremendas estupideces con lo cual sí, yo creo que si están muy cercanos el miedo y el amor. 

A estas alturas la confianza es tal que me confiesa que con los elementos que hay en la mesa junto a la que le entrevisto pueden surgir varias instrumentos para matar a alguien. Como mi gesto debió darle la impresión de escepticismo, toma un posavasos de cartoncillo y empieza a doblarlo.
 
«Tú sigue preguntándome», dice y, por si acaso, continuo viéndole enrollarse en la mano el cono de cartón y haciendo pruebas contra el apoyabrazos del sofá.
 
Sus personajes son la excepción a la norma, son los que en lugar de huir como lo haría la mayoría se enfrentan a los problemas. «Mis personajes son siempre el uno por cien que no se da la vuelta y huye». A continuación me enseña lo que ha pertrechado con el posavasos, con unas indicaciones sobre cómo sujetarlo y que si ese cono de cartón me lo introdujera en mi ojo me llegaría al cerebro provocándome una muerte instantánea… Luego me lo da, pero vamos, que aunque le pregunté un par de cuestiones más lo que me impactó fue el arma casera. Por cierto, la he guardado para la siguiente entrevista, que nadie piense mal. 

«Aunque no te lo creas –me dice al despedirnos– nunca le he hecho daño a nadie».

Tendré que creerle.

Muchas gracias y mucha suerte, Juan.

Por Ginés J. Vera.

Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) es periodista. Ha pasado por las redacciones de algunos de los principales medios españoles. Sus novelas (Espía de Dios, Contrato con Dios, El emblema del traidor, La Leyenda del Ladrón, El Paciente y, la más reciente, Cicatriz) se publican en más de cuarenta países, se han convertido en bestsellers mundiales y han conquistado a millones de lectores. En Hollywood hay planes para adaptar varias de ellas a la gran pantalla.