lunes, 20 de junio de 2016

JOSÉ LUIS MUÑOZ: «La música de cada novela es algo fundamental».



Esta semana entrevisto a un autor al que ya entrevisté al principio de año, solo que en esta ocasión por su novela ‘Cazadores en la nieve’ (Versátil, 2016). Destaco su sinceridad y el compromiso con la literatura no solo desde la reivindicación con esta novela premiada por la Diputación de Córdoba, también en un sentido más amplio con el género negro en nuestro país, tal como leeréis a continuación.



Más allá de querer ceñir la novela a una etiqueta, ¿podríamos decir que nos vamos a encontrar con un thriller de emociones primarias con regusto a western?


La definición creo que es la correcta. Yo la veo como novela negra y western. Lo de western me di cuenta cuando la estaba corrigiendo para editarla. ‘Cazadores en la nieve’ está ambientada en la naturaleza, en un paisaje nevado; a un pequeño pueblo llega un forastero, que es un antiguo pistolero; en ese pueblo hay un sheriff con un oscuro pasado, que es el teniente de la guardia civil; el pueblo tiene un saloon, que es el bar Hiru de la novela, en el que acaban todos los habitantes del pueblo; y hasta hay un duelo clásico en la alta sierra. Salió un western, casualmente, escribiendo una novela negra sobre una serie de personajes malheridos que confluyen en ese pueblo perdido del Valle de Arán. Pero decirle también que me alegro de que se pueda leer como western, porque soy un gran admirador de ese género.


El hecho de residir en una pequeña localidad del Valle de Arán, de haber experimentado personalmente las condiciones a menudo por la ‘mierda blanca’, de claustrofobia, aislamiento y las particularidades del ámbito rural ¿le ha ayudado a meterse en la piel de los personajes, en su psicología, en sus diálogos?


Podría decir que lo he tenido relativamente fácil esta vez. He trasladado el pueblo en el que vivo, Bossòst, muy cerca de la frontera con Francia (el tema de las fronteras está muy presente en mi obra: La Frontera Sur) y los personajes con los que me relaciono en el pueblo (Martín, el dueño del Hiru, que así se llama su bar; Silvia, su mujer; la panadera que da el parte meteorológico; La Paraguaya que tiene la librería y era mi vecina; mi carnicera, etc.) a una narración negra y tenebrosa. En la presentación institucional que hice en Bossòst, con el alcalde Amador Marqués (el juez de la novela) como presentador y en el ayuntamiento repleto de vecinos, dije que era la primera vez que presentaba una  novela ante mis personajes, y así era. 

Llegué a Bossòst con chip de urbanita y eso ha ido cambiando a lo largo de los cinco años que llevo residiendo. Los inviernos son muy duros, pero esa época del año, majestuosa y blanca, en la que el Valle se convierte en un paisaje wagneriano propicio para cualquier tragedia, me pareció la ideal para telón de fondo de mi drama humano. Pero claro, entiendo que para el que ha nacido allí la nieve sea “la mierda blanca” y acabe hasta la coronilla de ella. Es una novela ambientada en un espacio natural, que es bellísimo, y desde aquí invito a todo el mundo para que lo conozca, pero que puede generar claustrofobia. La claustrofobia estaba en dos novelas muy distintas como en ‘Tu corazón, Idoia’ (La Floresta, Barcelona), por ejemplo, o en ‘Lluvia de níquel’ (Las Vegas, Estados Unidos). 

El ámbito rural tiene la particularidad de que uno no es un ser anónimo, como en la ciudad, sino público. Todo el mundo, en mi pueblo, sabe a qué me dedico y lo que pienso. También, si me ocurriera algo, no sería un personaje anónimo de ciudad sino alguien muy cercano con el que mis vecinos se volcarían como yo me volcaría con ellos. 


Me gustaría que nos comentase -con la profundidad que estime- el trasfondo político, esos excesos durante la lucha antiterrorista por la banda armada ETA, que habita en ‘Cazadores en la nieve’.


El tema ETA ya estaba presente en otras dos novelas publicadas con anterioridad, en ‘La caraqueña del Maní’, sobre un etarra emboscado en la Venezuela de Hugo Chávez, y en ‘Tu corazón, Idoia’, inspirada libremente en los etarras Joseba Urrusolo Sistiaga e Idoia López Riaño. Que la novela tuviera como trasfondo el terrorismo y la lucha antiterrorista me lo dio la propia geografía del Valle. La influencia de Euskadi en ese territorio peculiar de Cataluña es indudable. Fue lugar de paso de etarras y destino de comandos que quisieron atentar contra el rey emérito. En la novela, en flash-backs cortantes, se habla de la brutalidad del terrorismo, injustificable, y de la más execrable respuesta que tuvo el estado con la guerra sucia para combatirlo, los excesos, torturas y asesinatos que se cometieron en el siniestro cuartel de Intxaurrondo bajo el mando del general Enrique Rodríguez Galindo, condecorado por Felipe González, algo que cabe recordar de alguien que da muchos consejos últimamente. Enfrentar de nuevo a dos personajes cuyas rencillas vienen del pasado, aunque ETA declare la tregua unilateral e irreversible (ahí arranca la novela), me pareció el nudo fundamental sobre el que armar la historia. 


Una novela de ritmo creciente con apenas doscientas páginas, un ejercicio de orfebrería literaria; háblenos de esa concreción desde el punto de vista previo, de su gestación narrativa.


La música de cada novela es algo fundamental. Fíjese que yo soy propenso a la frase larga, a las subordinadas, a la adjetivación. Desde un principio tuve muy claro que la novela tenía que ser seca, cortante, de frases duras como cuchilladas, pero que sintetizaran al máximo lo que quería expresar y transmitir. Eso me permitió un ritmo frenético, in crescendo, sobre todo en las últimas páginas. En doscientas páginas describo un pueblo, sus costumbres, sus habitantes y su forma de vida; tres personajes masculinos que son telúricos, brotan de las entrañas de ese paisaje; tres femeninos muy diferentes, uno volcánico y sensual como la francesa Tiphaine, otro adusto y seco como un sarmiento, Ana; y el tercero muy potente, Susana, que viene del pasado, fantasmal, invocado por la canción ‘Suzanne’ de Leonard Cohen que es la banda sonora del libro; hablo de situaciones políticas, denuncio la violencia de género, está presente ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann… Son muy pocas páginas, pero muy densas e intensas, creo yo. Yo mismo quedo sorprendido de haber metido tantísimos temas candentes en un libro tan breve.


Quería preguntarle por un guiño literario en su novela, por esa afición del barman del bar de Eth Hiru por el escritor Thomas Mann, ¿quizá es una manera de evidenciar con sutileza los temas que preocupaban al escritor alemán?


Bueno, eso es real. Así fue como trabé amistad con ese gran personaje y amigo de carne y hueso que es Martín, por ‘La montaña mágica’. Vio un tipo que, sobre las 13 horas, se sentaba en la terraza del bar a leer El País, cuando ese diario todavía se podía leer, y aquello le pareció insólito. No se lee mucho en el Valle, pero me voy a implicar para cambiar las cosas. ‘La montaña mágica’ es una de mis referencias literarias indiscutibles, una obra cumbre. Para mí el Valle de Arán ha sido el sanatorio al que he ido a curarme de unas cuantas heridas de mi pasado que yo mismo me hice. En una cierta soledad, porque cuando llegué a Bossòst no conocía a nadie, aprendí a vivir conmigo mismo, que es con quien uno ha de estar mejor y ha de aguantar hasta el fin de sus días. Thomas Mann y esa naturaleza espectacular forman parte de mi novela que es un homenaje a ese territorio extremo que está al otro lado de los Pirineos.


¿De algún modo nuestra sociedad genera entornos como el de Eth Hiru donde existe una violencia latente, una frustración soterrada que aguarda una ocasión para exteriorizarse… aunque en el fondo sepamos, o no, de lo estéril de la violencia y la venganza?


Cierto. Además ‘Cazadores en la nieve’ es una reivindicación de la novela negra rural que empieza a tener obras en España. Cabe recordar que una de las mejores novelas de Camilo José Cela era ‘La familia de Pascual Duarte’, negra negrísima. En los pueblos, en donde todo el mundo se conoce, en donde todo el mundo sabe lo que estás haciendo, puede haber odios ancestrales que se transmiten por la sangre generación tras generación, y ahí tenemos Puerto Hurraco. En mi novela se cruzan varias líneas de violencia, las del pasado terrorista de Marcos Díaz Inurrategui y antiterrorista de Antonio Muñiz Parra, dos de mis protagonistas, y la del presente de Eric, el tercero en discordia,  el guardia forestal cazador furtivo vejado en su posesión más preciada, la sensual Tiphaine, una especie de Marilyn Monroe morena que precisa de amor y atención y que creo que es uno de los personajes que inspiran más ternura. Si algo se puede sacar en claro de mi novela es que la venganza y la violencia son inútiles, no llevan a ninguna parte. Pero tampoco era esa mi intención. Lo que siempre quiero, cuando escribo un libro y este llega a las manos de un lector, es hacerle reflexionar cuando lo cierre. No hay cosa peor que la indiferencia. 


‘Cazadores en la nieve’ ha merecido el reconocimiento del XVI Premio de Novela Corta de la Diputación de Córdoba. ¿Qué le ha supuesto la concesión de este premio sobre todo a la luz de haber leído alguna opinión suya sobre la trastienda  de algunos premios literarios? 


Hay premios y premios. Ganar un premio siempre es positivo, por la resonancia mediática. Estamos en una sociedad en la que hay que hacer ruido para darse a conocer. Precisamente ayer ironizaba, en un programa de radio, sobre el siniestro mundo de los premios literarios y sobre la conveniencia de hacer una guía de los premios literarios amañados de España para que los autores ahorren en correo y esfuerzos. A partir de los 18.000 euros es difícil encontrar un premio limpio. Todo el mundo piensa en el premio Planeta, pero es que ya casi todos son como el Planeta. En mis inicios, cuando gané el Tigre Juan y el Azorín, yo era un absoluto desconocido. Y no puedo hablar mal de los premios cuando he recibido más de veinte de novela y me han reportado beneficios, pero la situación es otra muy distinta ahora. Ganar un premio en el sur de España, como Córdoba, con una novela ambientada en el norte, es un poco exótico. Ah, y ese premio, el de la Diputación, lo he ganado ya dos veces, y no me importaría ganarlo tres. 

Y al margen de todo lo dicho, y si me lo permite, le diré que ahora estoy inmerso en una nueva aventura literaria: dirigir una colección de novela negra, La Orilla Negra, que recoja autores de España y Latinoamérica; reivindicar, en el año Cervantes, la literatura negra que se escribe en castellano. Arrancamos en junio con nada menos que siete libros (Relatos de La Orilla Negra, La sonrisa del caimán, Mala hierba, Papel picado, Cuéntame cosas que no me importe olvidar, Destruyan a Anderson y Bala morena), una nómina de autores espectacular que incluye a Guillermo Sacommanno, Guillermo Orsi, Lorenzo Lunar, José Carlos Somoza, Elia Barceló, Fernando Martínez Laínez, Rosa Ribas, Pablo de Aguilar,  Mariano Sánchez Soler, Marcelo Luján, Rolo Diez, Alejandro M. Gallo, Julián Ibáñez, Paco Gómez Escribano, Dauno Tótoro Taulis, Marcos Tarre Briceño,  Juan Ramón Biedma, Rebeca Murga, Fritz Gloeckner Corte, Francisco Balbuena, Francisco Bescós, Javier Valdez Cárdenas, Augusto Cruz, José Vaccaro Ruiz, Angelique Pfitzner, Nacho Cabana, Raúl Argemí, escritores de España, México, Argentina, Cuba, Chile y Venezuela, y que me perdonen si me olvido de alguien, y un diseño espectacular en Ediciones del Serbal. Vamos a presentar la colección en Madrid, en la Semana Negra de Gijón y en Barcelona, y estaremos presentes en todos los festivales de novela negra. 

Una aventura apasionante y novedosa para mí. Un sueño cumplido. 

Muchas gracias y mucha suerte, José Luis.


Por Ginés J. Vera.


José Luis Muñoz (Salamanca, 1951) es autor de novelas, casi siempre negras, además de artículos, críticas literarias y cinematográficas. Vive entre Barcelona y el Valle de Arán. Es autor entre otras novelas de: Lluvia de níquel, El mal absoluto, La Frontera Sur, La pérdida del paraíso, Llueve sobre La Habana, Marea de sangre, Ciudad en llamas y Te arrastrarás sobre tu vientre.  Ha obtenido los premios Tigre Juan, el Azorín, La Sonrisa Vertical, el Camilo José Cela o el Café Gijón con Lifting, entre otros, al que se añade el Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba 2016 con ‘Cazadores en la nieve’. Como articulista ha colaborado en numerosas revistas y diarios, actualmente lo hace en los medios digitales El Cotidiano, El Destilador Cultural, Tarántula y Calibre 38. La entrevista que me concedió por la antología de relatos ‘Marero’ (Contrabando, 2015) podéis consultarla aquí.

3 comentarios:

  1. Esta última novela está gustando mucho. Me pica mucho la curiosidad. La entrevista, muy buena, como nos tienes acostumbrado.
    Besotes!!!

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    1. La mejor manera de vencer una tentación es caer en ella, dijo alguien, por lo que no lo dudes, te invito a 'caer' en esta novela. Un saludo y gracias Margari.

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